La sonoridad popular del siglo XIX y comienzos del XX se caracteriza por el grito, el voceo, el canto y el llanto. Estas sonoridades emanan de la práctica social de la cultura popular, contribuyen a construir el mundo y operan como medio para construir conocimiento sobre él. Debido a esto, distintos personajes y grupos de sujetos populares han sido objeto de discriminación, persecución y prohibición por parte de las autoridades del periodo, especialmente cuando esta sonoridad se da en los espacios públicos.
Esta investigación quiere conocer y analizar las prácticas de resistencia de los sujetos populares y su sonoridad ante las estrategias de control que ejercen las incipientes instituciones de la República de Chile. En este sentido, la sonoridad popular es comprendida como un hecho social vinculado fuertemente con los espacios en donde se despliega, el contexto y los sujetos que lo habitan.
En un comienzo se planteó indagar este caso desde el punto de vista de la persecución de la sonoridad popular en espacios festivos como chinganas y ramadas, pero a la luz del trabajo de archivo realizado se ha ampliado el espectro de lugares a considerar. Esto se debe a que ha sido revisado un importante número de ordenanzas y comunicaciones institucionales que apuntan a vetar la sonoridad popular no musical en espacios públicos, abiertos y comunes.
Para lograr encontrar registros y rastros de los sonidos del pasado ha sido necesario acudir a fuentes tales como el Fondo de Municipalidad de Santiago y Fondo de Intendencia de Santiago del Archivo Nacional de Santiago, Archivos Judiciales y Archivos de Prensa en donde se han escrutado publicaciones como Sucesos, Zig – Zag, El Ferrocarril y El Chileno. En estos documentos se han encontrado reglamentos, normativas y registro de actividad sonora.
Entre los hallazgos inicialmente encontrados destacan quejas por el ruido y gritos del “carretón de los ebrios”, la suspensión de las funciones de la Banda Municipal, el ruido de animales sueltos del matadero y la sonoridad de bandas de batallones militares chilenos conformados por afrodescendientes.
Del quechua chincana, que quiere decir escondrijo, aunque algunos lo adjudican a la acepción "chingar", vocablo que significaba beber con frecuencia vinos o licores. La chingana fue el principal espacio de desarrollo de la cueca en el valle central de Chile y uno de los más importantes lugares de sociabilidad durante el siglo XIX y parte del siglo XX. También conocidas como ramadas o fondas, proliferaron en aldeas, ciudades, campamentos mineros y distintos sitios de faenas. Definidas como tabernas donde se bebía y bailaba, tenían una precaria estructura donde algunos puntales de madera sostenían ramajes y tejidos colgantes de hierba o telas, en cuya cúspide flameaba la bandera chilena. El piso era de tierra y sobre él los parroquianos de ambos sexos bailaban y bebían en algunas frágiles mesas. En su interior se presentaban frecuentemente cantoras, que acompañadas con guitarra o vigüela entonaban armonías que eran bailadas por el público, como: cuecas, samba, el cuando, las oletas, el pericón, la zapatera o el llanto. No era raro encontrarse con algunas donde había que pagar entrada.
Fuentes: Memoria Chilena
Recinto de propiedad privada donde se vende y consume alcohol. Estos lugares solían ser centros importantes de sociabilidad y ocio.
Fuentes: Municipalidad de Santiago (1870). Razón de las patentes y licencias para diversiones públicas expedidas en enero-marzo de 1870.
Terrenos rematados o arrendados a municipalidades por empresarios en donde se realizaban distintos tipos de carreras y juegos ecuestres, sobre los cuales se realizaban apuestas por parte del público y los dueños de los animales. Entre los tipos las más famosas estaban “carreras a la chilena”, el “correr cañas” y el “correr sortijas”
Fuentes: Oreste Plath (1986). Los juegos en Chile, Aproximación histórica-folclórica. P. 309.
Recinto de sociabilidad popular en donde se practicaba el juego denominado Billar que consiste en pasar bolas por anillos y arcos, éstas eras movidas con una varilla que en su extremo tenía un fierro, todo el juego se realizaba sobre una mesa acondicionada. Los administradores o empresarios de estos recintos pagaban arriendo y patentes municipales.
Fuentes: Oreste Plath, (1986) Los juegos en Chile, Aproximación histórica-folclórica. P. 298. Archivo Nacional de Santiago Fondo de Intendencia volumen 155 fojas 2 y 3. Comunicación de Solicitud Sociedad de Obreros Caupolicán
Espacio de sociabilidad popular donde se practicaba el juego denominado bola o “bocha”: sobre un terreno de tierra apisonada los participantes intentaban hacer pasar una bola por una argolla de hierro ayudados de una vara de madera. Los administradores o empresarios de estos recintos pagaban arriendo y patentes municipales.
Fuentes: Oreste Plath, (1986) Los juegos en Chile, Aproximación histórica-folclórica. P.296. Archivo Nacional Fondo de Intendencia de Santiago. Santiago, I. d. (1819). ANFISAN V.1, N194, fjs. 200 y vuelta [Prohibición de juego de bolas]. Intendencia de Santiago. A. Nacional. Santiago. 1: [22-23].
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